Después de Atenas, Madrid

Después de Atenas, Madrid

La respuesta del Gobierno es, como no puede ser de otra manera, absolutamente proporcionada: 19 detenidos y más de 500 identificados. Un amigo francés y una amiga española llegaron a dormir en la cárcel por estar en una plaza, y se enfrentan a penas que podrían ir de dos a cuatro años. Es horrible, dice ella, había escuchado muchas veces que esto pasaba, pero una cosa es escucharlo y otra es vivirlo, hemos visto dentro cómo golpeaban a una chica; y eso siendo nosotros, que quieras o no, tenemos el foco mediático encima; no me quiero imaginar que puede pasar con alguien de fuera al que no le conozca nadie. También me cuenta que estuvieron escuchando toda la noche los gritos de un inmigrante que imploraba que le dejasen de pegar. Está todavía en estado de shock. Como tantos otros. La ciudad está sitiada: furgones de policía recorren de arriba y abajo la ciudad. Pegan a periodistas, y a algunos incluso les rompen la cámara. El ruido del helicóptero nos acompaña siempre, tanto en las asambleas como en los paseos nocturnos. ¿Dónde estáis? le pregunto a unos amigos por el móvil, y acabo encontrándoles escondidos, detrás del ascensor de la plaza de Lavapies. Están identificando a todo el mundo, ni se os ocurra acercaros por tal y por tal sitio, dicen. Nos persiguen por juntarnos en la calle, y ya no hacemos más que hablar de presos y de torturas y de juicios y de policías, y uno dice que “tenemos que tener más cuidado con lo que hacemos a partir de ahora” y otro que “hay que plantear otra estrategia en este nuevo escenario”, y me pregunto si, a fuerza de tratarnos como terroristas, no están consiguiendo que empecemos a creer nosotros mismos que lo somos.

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